Es un sapo molido en molcajete.
Vísceras revueltas con tierra, flemas y sangre. El olor a pescado podrido.
Se pone de pie con la cubeta en la mano, camina hasta esconderse en los brazos de Natalia. Ella también sostiene un infierno verde y viscoso, mientras se balancean abrazadas, los baldes chocan en un brindis una, dos, muchas veces.
Celebran que han sobrevivido a la ceremonia del inframundo, el uku pacha, señala el chamán.
Llora porque vomitó el recuerdo infantil de esas manos obscuras y grasientas, de la mujer que hacía algo más que cuidarla.
Porque en una arcada lavó el hilo de sangre que corrió por entre sus piernas y con ello la vida a pedazos le salió del cuerpo y porque expulsó al fin, los mocos, y la sangre y los moretones que aquel hombre dejo tatuados en la memoria.
Al amanecer saltó de su pasado y estalló en vidrios de colores.
No es más el sapo, ni la sangre coagulada.
Es el cielo de levantarse con el cuerpo entero, con la vida limpia y la mirada encendida.
Paty Anaya
#violenciamachista #tédequerer
Comentarios recientes